
“de alguna manera el destino del inmigrante es que siempre vas a extrañar a alguien, estés donde estés.”
Jasmine Garsd
Volví a vivir en Santa Cruz después de 16 años porque, desde que me fui, estuve atrapado por un sentimiento de desarraigo que no logró apartase de mí nunca. Por más que intenté siempre me sentí fuera de lugar, nada me identificaba, todo era absolutamente ajeno. Lo poco que era mío lo celaba con ferocidad, era como si el consuelo de mi desarraigo era proteger y apreciar lo poco que me quedaba (mi lenguaje, mi cultura, mis memorias). Para mí fue difícil compartir mi vida con otras personas. A excepción de las personas a las que amé, no me compartí con sinceridad con nadie, por miedo a perderme en la vida de otras personas, perderme en espacios desconocidos, por miedo a distanciarme de las memorias del lugar donde crecí. Que equivocado estaba, eso iba a pasar inevitablemente–mi fútil esfuerzo de evitarlo me cegó.