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Memorias de mi hogar: el sueño y la realidad de volver a casa

Con mi mamá y mi papá, Santa Cruz, Bolivia, 1992.

“de alguna manera el destino del inmigrante es que siempre vas a extrañar a alguien, estés donde estés.”

Jasmine Garsd

Volví a vivir en Santa Cruz después de 16 años porque, desde que me fui, estuve atrapado por un sentimiento de desarraigo que no logró apartase de mí nunca. Por más que intenté siempre me sentí fuera de lugar, nada me identificaba, todo era absolutamente ajeno. Lo poco que era mío lo celaba con ferocidad, era como si el consuelo de mi desarraigo era proteger y apreciar lo poco que me quedaba (mi lenguaje, mi cultura, mis memorias). Para mí fue difícil compartir mi vida con otras personas. A excepción de las personas a las que amé, no me compartí con sinceridad con nadie, por miedo a perderme en la vida de otras personas, perderme en espacios desconocidos, por miedo a distanciarme de las memorias del lugar donde crecí. Que equivocado estaba, eso iba a pasar inevitablemente–mi fútil esfuerzo de evitarlo me cegó.

Dejar atrás toda una vida para comenzar una nueva –desde cero– me causo un trauma inmenso. Hizo surgir en mí el miedo a perder mis raíces, miedo irracional que me costo mis alas. Viví en las sombras de ese trauma por años.

Él despedirme de tantas cosas a la edad de 15 años me marcó. Cuando llegué a mi destino mi corazón estaba desahuciado, así que con una lentitud deprimente comencé la monumental tarea de construir todo de nuevo. Para el momento en el que ya tenia de nuevo algo que se asemejaba a lo que había dejado atrás, yo ya era un adulto de 31 años. ¡Lo había logrado! pero a pesar de ese logro aun sentia que mi adolescencia había sido truncada. Era como si después de ese momento mi vida hubiera sido irrelevante. Obviamente eso no era verdad. Pero ese sentimiento de desarraigo sí lo era. Ese sentimiento hacia que mi adolescencia la recordara como un momento que nunca llego a resolverse, una etapa que no llego a cerrarse. Solo podía ver mi vida como un antes y un después. Así que esos dos momentos: mi vida actual de adulto de 31 años y mi vida de el adolescente de 15 años necesitaban reconciliarse. Necesitaba reconciliarlos porque cuando ya me vi en la puerta de la siguiente etapa de mi vida (la paternidad) no me veía capas de continuar sin primero cerrar la herida que esos años me dejaron. Me lo debía a mí mismo. Necesitaba cerrar ese ciclo, No podía cruzar esa puerta habiendo dejado cosas pendientes.

En fin no hubo seguridad económica, bien material, o relación que llene el vacío que me dejo el separarme de mi familia, mis amigos, y mi ciudad a tan temprana edad. Por eso volví. Volví para ir al pasado y encontrarme con ese adolescente que se había quedado estancado en esa etapa de su vida. Volví para traerlo a casa. A él presente. Volví para explicarle que ya no necesita ser tan hiper-independiente. Volví para pedirle que continue con su vida. Volví para decirle que esos momentos de soledad y vacío que sintió ya pasaron. Para mostrarle que el presente esta lleno de lo que una vez le falto tanto.

Ahora que estoy en casa

En Santa Cruz le pude ganar a la nostalgia porque arruine su mito con la realidad. A mi regreso todo era distinto a lo que esperaba. Primero, enterré a todos mis viejos amigos y amigas que tanto extrañaba. Ellos y ellas son mi pasado y en esta nueva etapa decidí dejarlos atrás. Segundo, la casa donde crecí se ve diferente, el árbol de Motoyoé que plante de niño en el patio hoy se eleva por encima de los techos. Mi viejo barrio esta distinto, hay calles que no reconozco. Yo ya soy otra persona. El lugar es otro lugar. Mi familia es lo poco que parece ser igual, me aprecian de una forma inexplicable. A mis hermanas, mi mamá y mi papá los entiendo pero al resto de la familia no sabría cómo explicarlo. Solo sé que también los quiero.

La forma en la que recuerdo a los EE.UU.

El despertarse un día y vivir en el país mas adinerado del mundo y al siguiente vivir en uno de los países mas pobres de sur America (solo el segundo puesto después de Venezuela) es como mudarse de un lugar excepcionalmente bello y triste a irse a vivir el lugar mas ordinario pero alegre del mundo.

Un corto tiempo después de llegar a Bolivia recuerdo comentarle a un amigo muy cercano que no extrañaba nada de aquel país, de hecho hasta lo dije con algo de rencor. Lo único que extrañaba era las personas que conocí allá. Esa era una lectura muy temprana de algo que todavía estaba procesando. En realidad me tenia rencor a mí mismo, a esa persona que había pasado de vivir su vida a solo participar en ella. Ahí en ese lugar la vida solo me ocurría, los días pasaban sin mi consentimiento. Era como si yo hubiera dejado de vivir mi propia vida.

Me pasaba los días complaciendo a todos menos a mí mismo, al punto de que llegue a odiar la persona en la que me había convertido. Cuando lograba poner me a mi primero lo hacia con rabia, con frustración, tomando riesgos innecesarios. A veces hiriendo a las personas que más me querían. No era saludable o sostenible. Aquí logré elegirme a mí, sin sentirme culpable, complacerme de forma saludable. Sin dañarme a mí o a otras personas.

Por eso volví, para curarme.

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By peterveras

My name is Peter, I started to blog in my senior year of college. I enjoy writing and documenting things worth remembering.
My nombre es Peter, comencé este blog cuando estaba en mi último año de la universidad. Lo hice porque disfruto escribir y documentar las cosas que vale la pena recordar.

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